03 abril 2007

Dos en Brasil.

La festividad de la Semana Santa es una excusa tan valida como cualquier otra para planificar una escapada. Esta vez, y rompiendo con mi costumbre, no viajo solo, sino que lo hago en compañía de mi pareja. Lo cual, dicho sea de paso, no me resulta del todo fácil. Y eso que finalmente conseguí, tras dura negociación, convencerla de que un hotel todo incluido no era la mejor opción. Lo siento, querido lector, no me es posible plantearme un viaje como una escapada a una burbuja de ultramar, o guetto para turistas deseosos de viajar con todas las comodidades y sin asumir el mas mínimo riesgo o esfuerzo, limitando su experiencia en el país visitado a los comprados servicios de un puñado de afanosos camareros formados en el seno de una multinacional probablemente española.

Al final, y pese al disgusto del padre de ella, contratamos con un operador un paquete avión+hotel con destino al peligrosísimo Brasil, mas concretamente a la capital del estado de Bahía, Salvador. Un destino que aunaba algunas de las preferencias de los dos viajeros: hay calor, hay playa, hay ciudad, hay posibilidad de contactar con la población local, hay un cierto espíritu de aventura... y sobre todo, hay libertad para moverse y organizar.

A Salvador llegamos en con la caída de la noche del pasado domingo, tras la rutinaria sucesión de taxi, tren, mas taxi, aeropuerto, largo vuelo, aeropuerto y... transporte organizado con guia incluido hasta el hotel, esto ultimo, una autentica novedad para mi.

Después de descansar oportunamente tras nuestra llegada, hemos pasado las primeras horas en Brasil disfrutando de la animada Praia Porto do Barra, de la gastronomía bahiana en el cercano restaurante Barravento, del animado centro histórico de la ciudad con su Cidade Alta y el Pelourinho y de la animada parte alta de la avenida Sete de Setembro, donde una pintoresca marea humana casi exclusivamente nativa, se mueve afanosa entre las tiendas y los vendedores callejeros que ofertan al potencial cliente desde comidas humeantes hasta antenas para television, dvd o frutas tropicales de exquisitos colores.

Salvador de Bahía, como Cali o La Habana, ofrece al visitante dispuesto a sumergirse en sus calles, el sabor de Latinoamerica en estado puro. Solo espero poder disfrutarlo en toda su plenitud pese a no sumergirme en el en solitario, lo cual resulta, querido lector, mucho mas sencillo. Al menos para mi.

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