12 enero 2006

De Cartago a Cali

En compañía de mis nuevos amigos Milena y Alex, dejo Cartago para dirigirme al sur, hacia la ciudad de Santiago de Cali, más conocida simplemente como Cali. Pese a ser una ciudad que se encuentra en el centro de Colombia y muy lejos del mar Caribe, Cali está considerada la capital salsera del país. De hecho esta ciudad es mundialmente famosa por su ambiente nocturno, que espero conocer muy pronto, y por la belleza de sus mujeres. Varias ganadoras de certámenes internacionales de belleza, estilo Miss Universo, han sido naturales de esta ciudad. También cantantes como Soraya, a quien tuve la suerte de conocer hace algún tiempo en una gira promocional en España.

El viaje desde Cartago hasta Cali, o lo que viene a ser lo mismo, desde Antioquia a la capital del Valle, lo realizamos en una buseta directa. Aunque esperaba encontrar una especie de autobús pequeño o minibús, en realidad se trataba de un moderno y cómodo monovolumen con capacidad para 7 pasajeros además del conductor. Por escasos 18.000 pesos colombianos por viajero -unos 7 € -, este cómodo vehículo cubre los 200 kilómetros de recorrido, con una única parada en la localidad de Buga, a mitad del recorrido. En total son tres agradables horas de viaje en las que me entretengo observando el verde paisaje de Antioquia, el Eje Cafetero y El Valle que son las tres regiones que atravesamos. Toda la zona forma parte del Valle central de Colombia y que sigue el cauce del rio Cauca.

En todo el trayecto no encontramos ni un solo puesto de control del éjército, y ello pese a que en algunos momentos la carretera discurre muy cercana a las montañas. La ausencia de militares en esta carretera, indica que es considerada segura y que por tanto no necesita la protección militar al no haber peligro de que la tome la guerrilla. En realidad las zonas rojas de la carretera principal que atraviesa el Valle del Cauca de norte a sur, están al sur más allá de Popayán y al norte en las inmediaciones de Medellín.

El sentido común aconseja mantenerse alejado de estas zonas calientes donde, como me comentaba alguno de los suboficiales del ejército que estos días he conocido, sin previo aviso la guerrilla monta controles en carreteras principales, a la caza de militares y posibles objetivos que secuestrar. No deja de sorprender el halo de misterio e incluso de cierto romanticismo contenido con que los militares salpican sus relatos sobre la guerrilla. Sin duda les temen, les odian y de un modo secreto, les admiran.

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