14 enero 2006

Indígenas, conquistadores, misioneros. El centro histórico de Cali.

Los excesos de la noche anterior, recomiendan un día tranquilo y quizás una buena dosis de penitencia y redención de pecados. Por ello, dedico el día a recorrer en solitario el centro histórico de Cali. Muy cercano a la zona comercial que visité ayer, y situado al sureste del Rio Cali, que atraviesa esta zona, se trata de un espacio relativamente pequeño. Hay que hacer un poco de historia y recordar que pese a que la fundación de Santiago de Cali data de 1536, el verdadero esplendor y crecimiento de la ciudad data de la primera mitad del siglo XX. En la época colonial, era la cercana ciudad de Popayán, a unos 150 kilómetros, el auténtico centro de poder de la zona.

Inicio mi paseo en la impresionante Iglesia de la Ermita, una espectacular construcción levantada entre 1930 y 1948, que preside los bellos parques que bordean el Rio Cali, y que son al atardecer un lugar de reunión para los caleños. Tras admirar el edificio, que desgraciadamente está cerrado a estas horas, camino internándome por la bulliciosa calle 12, hasta llegar al complejo de la Iglesia y Convento de San Francisco. El edificio de ladrillos ocre y estilo neoclásico, se construyó en el siglo XVIII, aunque su interior está perfectamente restaurado. La torre mudejar de su esquina sur, merece ser contemplada con detalle, así como la plazoleta de San Francisco que se encuentra frente al complejo.

Sigo mi ruta por las iglesias del centro histórico de Cali, hasta llegar a la zona más antígua de la ciudad. La Iglesia de la Merced, se comenzó a construir en 1545, es decir, nueve años despuésd de la fundación de la ciudad. Hoy en día la Iglesia y su monasterio se encuentran en un excelente estado de conservación, ya que en los últimos años se ha realizado un esfuerzo por recuperar la estructura original de todo el edificio, borrando los errores de "restauraciones" poco respetuosas del pasado. En la Merced, además de visitar el edificio en sí, podemos encontrar una excelente exposición permanente con muestras de objetos precolombinos extraidos de los ricos yacimientos arqueológicos del suroccidente colombiano, incluyendo los legendarios y dificilmente visitables por la actividad guerrillera Tierradentro y San Agustín. La colección es realmente excepcional y está perfectamente organizada, clasificándose los objetos según su función, y procedencia. Me sorprende sobremanera ver que culturas precolombinas que convivian a pocos kilómetros unos de otros, no sólo tenían expresiones artísticas, cultos religiosos y costumbres radicalmente distintas, sino que además se presume que tenían caraterísticas antropológicas muy distintas. Impresiona especialmente la sala llamada La Muerte, en la que se puede encontrar una momia precolombina, y varios esqueletos recuperados de fosas funerarias. Realmente instructivo e impresionante.

Las sorpresas que ofrece La Merced, no terminan con su arquitectura y con su exposición permantente. Además, el complejo tiene dos salas que acogen exposiciones temporales. En este momento se exhiben dos excelentes exposiciones de fotografías. Una de ellas, pertenece a la macroexposición PHOTOCALI 2006 que está celebrándose en diferentes recintos de toda la ciudad. La exposición de La Merced es la titulada "Suaños tan violentamente dulces" del griego Giorgios Tsarbopoulos. Este fotógrafo comprometido, muestra durísimas imagenes de niños de zonas en conflicto como Timor, Angola, Ruanda, Nicaragua o la propia Colombia, en un intento por denunciar la situación de la infancia en este mundo. Es una obra emocionante capaz de hacer brotar las lágrimas del espectador sensible.
En otra sala de La Merced encuentro otra exposición temporal, en este caso se trata de la conocida obra del norteamericano Edward S.Curtis, quien entre 1900 y 1930 recorrió toda norteamérica conviviendo con los indígenas norteamericanos y fotografiando su estilo de vida. Son fotografías impresionantes, llenas de fuerza, que nos narran como fue la existencia de los últimos pobladores nativos de norteamérica.

Son ya las cinco de la tarde. Llevo horas paseando por iglesias y museos. El cansancio comienza a notarse. Decido en un último esfuerzo, trasladarme hasta el parque que vi frente a la Iglesia de la Ermita, en el Rio Cali. En ese lugar, descanso un buen rato degustando algunas de las comidas y bebidas que ofrecen los vendedores ambulantes, mientras espero la hora de subirme a un autobús para atravesar la ciudad en dirección de mi apartamento. Mientras descanso dudo entre volver esta noche a sumergirme en la noche de Cali, ya en solitario, o bien retirarme temprano para partir con las primeras luces hacia Popayán.

Dificil decisión.

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