16 enero 2006

Popayán, la ciudad blanca

En pleno distrito del Cauca y a casi 2000 metros de altura, Popayán se precia de ser una de las ciudades coloniales mejor conservadas de toda Colombia. No en vano, tras su fundación en 1537 -un año después que Cali-, fue adquiriendo más importancia que su vecina del norte y experimentó hasta el siglo XIX un mayor crecimiento que esta. Esto probablemente fuera debido a que su clima más templado la hacía más atractiva para los colonos españoles. Este esplendor en la época colonial, hizo que la arquitectura civil y religiosa de la ciudad sea mucho más importante. Además, el legado arquitectónico del centro histórico se ha conservado de manera ejemplar. Todo el centro goza de una especial protección y de rígidas normas en cuanto a la presencia de carteles publicitarios de establecimientos. Pero no adelantemos acontecimientos.

El primer paso a mi llegada a Popayán fue conseguir alojamiento. La oferta hotelera de la localidad es amplia y para todos los gustos. Hay casas familiares que alquilan habitaciones, bellas casas coloniales convertidas en hoteles, y algún hotel de aspecto sórdido. Tras tratar de alojarme en un par de casas familiares -que intuía la mejor opción- y no encontrar plaza libre, me traslado hasta la carrera 5, donde encuentro en la misma cuadra -manzana- cuatro alojamientos, el Hotel Capital, Hotel y Restaurante Panamá, Hospedaje Rossi y Hotel Coraina. Tras una inspección ocular desde el exterior, noto que están ordenados de mayor a menor calidad, siendo el Capital el más atractivo y el Coraima el más sórdido. En un arrebato, entro en el Coraima y contrato un sórdido cuartucho, repleto de arañitas de todo tamaño y especie en cada rincón de las paredes del cuarto y el destartalado baño adjunto. Las sábanas, eso sí, están limpias. Servirá. Cuadro el precio, 12.000 COP -4 euros- por la habitación y salgo a la calle.

Popayán da la sensación de ser una ciudad tranquila y segura, al menos durante el día. Existe un cuerpo de policía que vela en la zona histórica por la seguridad de los turistas, la policía turística. Es una ciudad tiene vocación turística, aunque ha tenido en los últimos tiempos una drástica reducción en el número de visitantes extranjeros, ya que la zona ha pasado por momentos de gran inseguridad debido principalmente a la presencia de guerrillas en sus accesos. Hoy, no existe problema para llegar a Popayán desde el norte, por lo que el turismo se está recuperando lentamente. No es así en el sur, que siguen los combates. Sin embargo, aún así, la presencia de turistas es casi anecdótica y en mi largo paseo, no encuentro ni un sólo turista extranjero. Sí encuentro algunos turistas colombianos procedentes de Cali o Bogotá.

En los documentos que consigo en vacía oficina de turismo, está presente el slogan "La Ciudad Blanca". No podía ser más adecuado. Todo el centro histórico de Popayán es de un blanco inmaculado. Las casas coloniales, hoy reconvertidas muchas de ellas en comercios o hoteles, conservan su aspecto original, donde el blanco es el color omnipresente, excepto cuando aparece alguna de las iglesias de la ciudad, y con ellas los colores ocres y grises.

UN PASEO POR POPAYÁN

Inicio mi paseo en el agradable Parque Caldas. Se trata de una arbolada plaza, donde los payaneses se refugian del sol tropical del mediodía. La plaza está presidida por la Torre del Reloj, símbolo arquitectónico de la ciudad, y por su adjunta Catedral que data de finales del siglo XIX.

Dejo el Parque Caldas y me dirijo al este por la calle quinta. Paso frente al complejop de la Universidad del Cauca, en cuyos alrededores muchos jóvenes universitarios se reunen para charlar o leer. Un poco más allá, se divisa la Iglesia la Ermita, la construcción más antigua que se conserva en Popayán y que data de 1546. La agradable y solitaria plazoleta frente a la Ermita, es un excelente lugar para hacer un breve descanso y probar la papaya que vende una mujer en el lugar. Dirijo la mirada a lo alto de la loma cercana conocida como el Morro de Tulcán, más allá de la iglesia. Én lo alto, se distingue la impresionante escultura ecuestre de Sebastián de Belalcázar, fundador de la ciudad.

Dejo la Ermita para volver sobre mis pasos apenas una cuadra y visitar el exterior de la Iglesia del Carmen. Desde allí, camino tranquila y sosegadamente por las callejuelas empedradas de Popayán, deteniéndome cada vez que veo un edificio que por uno u otro motivo llama mi atención. Visito varias iglesias, y también el impresionante edificio del Palacio Nacional, hasta llegar finalmente al Paseo del Humilladero -en realidad la carrera 6-, que me lleva al Puente del Humilladero, uno de los más atractivos rincones de Popayán. Los agradables jardines que se encuentran junto al Rio Molino y al puente, son punto de reunión de payaneses y visitantes, especialmente durante el fin de semana.

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