14 enero 2006

Rumbo a Popayán

Hoy el día ha comenzado para mí a las 6 de la mañana, después de haber decidido retirarme pronto anoche. Con las primeras luces me pongo en marcha y me traslado en autobús a la terminal de autobuses de Cali. Allí buscaré transporte hacia la ciudad de Popayán, en el departamento de Cauca, a unos 150 kilómetros de Cali.

En toda Colombia se puede viajar sin problemas en autobús. Son muchas las compañías de transporte que operan en todas las grandes y medianas ciudades. Hay mucha competencia y también variedad de servicios, lo que beneficia al viajero. Por ejemplo, en la terminal de Cali encuentro al menos cinco compañías de transportes que cubren la ruta Cali-Popayán. Hay diferentes tipos de autobuses, busetas y taxis que cubren el trayecto de forma más o menos rápida y con más o menos paradas. El precio es distinto en cada caso.

Dado que en la ruta que voy a realizar me consta que se han producido recientemente asaltos a vehículos, aunque han sido siempre en plena noche, y como medida de precaución, me decanto por un lento autobús en lugar de un taxi colectivo mucho más rápido. Pienso que si yo fuera asaltante de vehículos, antes eligiría uno en que los pasajeros pagan un precio más alto. El ticket del autobús -ojo que a veces le llaman buseta-, cuesta 10.000 COP, y como era de prever, soy el único extranjero del vehículo, que aunque inicia su recorrido semivacío, va recogiendo pasajeros a lo largo de toda la ruta.

El viaje a Popayán, última zona considerada totalmente segura antes de entrar en las zonas controladas por las guerrillas, dura tres largas horas. Hasta llegar a la localidad de Santander de Quilichao -en la foto-, donde el bus realiza una parada, el paisaje es bastante llano y cultivado. A partir de Santander, el paisaje se torna más agreste a medida que vamos ascendiendo. Popayán se encuentra a 2000 metros de altura, el doble que Cali. En muchos puntos del recorrido, la vista es realmente espectacular, alternándose montañas, lomas, valles y rios, cubiertos de una frondosa y espectacular vegetación.

El trayecto resulta muy ameno, ya que continuamente en cada pueblecito que cruzamos, una legión de vendedores ambulantes ofrece sus productos a través de las ventanillas o incluso subiendo al autobús. En un poblado cuyo nombre no llegué a averiguar, compro unos deliciosos pinchos de carne de cerdo especiada, que se rematan con una papa pequeña cocida. Delicioso tentempié.

Otro de los atractivos del viaje, ya en su último tramo, es la subida al vehículo de unos pasajeros especiales: indios nativos. En las cercanías del cruce con la pequeña localidad de Silvia, un grupo de cinco nativos vestidos con sus ropajes tradicionales se sube al vehículo. Observo con sorpresa que el revisor del vehículo se dirige a ellos en todo momento por señas. ¡parece que no hablan español! En las montañas de Cauca, además de guerrilleros, paramilitares -paracos- y soldados, resulta que hay todavía indígenas que viven al estilo tradicional. El grupo tribal más auténtico son los indios gambianos, grupo al cual probablemente pertenezcan mis compañeros de viaje.

El viaje hasta la terminal de autobús de Popayán, se produce sin incidencias. Sin embargo, y pese a lo rutinario del viaje, uno no puede olvidar que muy cerca, en las montañas que veo desde aquí, se están librando combates. Pero eso ocurre más allá de Popayán, la ciudad blanca.

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