31 diciembre 2009

La revolución del hombre-salmón. Pequeña crónica santiaguera.

Soy un hombre-salmón subespecie Calamaro, de los que navegan casi siempre en contra de la corriente establecida. Por ello romperé una vez más una norma, en este caso mía. Qué carajo. Haré balance del año que terminará en pocas horas aquí en Cuba y que ya se dio por finiquitado hace rato en mi España natal. Convencionalismos.

Para no aburrir al lector de este blog viajero, sólo diré que el año que termina ha sido duro. Muy duro pero gratificante, para qué les voy a engañar. Los salmónidos somos así: nos crecemos ante las dificultades. Y las disfrutamos. Hasta la victoria siempre.

Con toda seguridad ha sido la intensidad del año que termina lo que ha provocado en mí cierta desidia los últimos días, los primeros de éste mi enésimo viaje a Cuba. Han sido días de vida contemplativa, lenta, que he saboreado sin reloj, sin planes, sin agenda. Con mis amigos de Guanabo primero y aquí en Santiago después. Improvisando cada momento del día. Sin horarios meditados para comer, beber, charlar sobre banalidades, callejear, leer, escribir o simplemente dormitar. He disfrutado el cambio de ritmo, para qué negarlo.

Sin embargo hoy mi estado de ánimo cambió. Me reservaré la convergencia de pequeñas y seguramente intrascendentes causas que han provocado en mí esta pequeña revolución interna. Esta tarde , después de sestear para cargar baterías tras una noche especialmente etílica, me dirigí sin más a la terminal de autobuses de la ciudad. Socio, un boleto… a Bayamo, por qué no. Aquí están los siete pesos, OKA.

Hecho. Mañana, el primero de enero, viajaré en el primer autobús hasta la cercana localidad de Bayamo, donde nunca hice escala. Servirá. Y después ya veremos… Las Tunas, Ciego de Ávila, Manzanillo, o donde el viento me lleve. Así sea, compay. El viaje dentro del viaje comenzará mañana. Será un peregrinar sin rumbo fijo que durará una semana y me llevará finalmente a La Habana, para tomar el avión de regreso a casa donde me reencontraré con la cotidianeidad.

Antes de dejar Santiago, eso sí, disfrutaré de la cena de fin de año que están preparando ya aquí en la casa de mi socio Santiago Vallina. Será una celebración tranquila: en la casa y en familia. Así se da la bienvenida al nuevo año aquí. Felicidades. No habrá hoy excesos. Cenaré, echaré un par de tragos y después de la medianoche me retiraré discretamente a mi cuarto. Mi pequeña e insignificante revolución interna, así lo recomienda. Albañiles pa´l carajo, que se acabó la mezcla. Amén.

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