10 enero 2010

Un final inesperado. Una noche en La Habana por cortesía de Iberia.

Mi último día en Cuba, el viernes, amaneció con un tiempo espléndido. El sol y un mar llano me obligaron a madrugar, pese a los excesos de la noche anterior. Era mi única ocasión para bucear y había que aprovecharlo. Me dirigí desde Guanabo a la cercana Marina Tarará donde pude disfrutar de una espléndida jornada de buceo y pesca. Buceo con precaución, eso sí, ya que por la noche debía tomar el vuelo a Madrid y la prudencia y la medicina hiperbárica recomiendan mantenerse en unos margenes de seguridad.

Por la tarde regresé a Guanabo, hice algunas compras, preparé el equipaje y me dirigí al aeropuerto internacional José Martí de La Habana. Al llegar, una sorpresa: había overbooking y me quedé fuera. Mientras otros pasajeros se desesperaban ante los inmutables responsables del check-in, no pude más que sonreír. Me había encontrado un nuevo día de vacaciones.

Tengo que reconocer que Iberia cumplió con los veinte pasajeros que nos quedamos sin poder subir al avión: nos alojó en el fantástico hotel Melià Cohiba en pensión completa, nos solucionó el transporte y nos prometió indemnización al llegar a España que efectivamente cobré sin problemas el domingo ya en Valencia. 600 € contantes y sonantes.

A Iberia y al overbooking tengo que agradecerle pues mi última noche en La Habana. En el hotel coincidí con Giuseppe, un italiano afincado en Barcelona que, como yo, se había quedado en tierra y viajaba solo. Nos fuimos a sumergirnos en la noche habanera. Tras un decepcionante paso por la sala Turquino en la planta 25 del Hotel Habana Libre, nos dirigimos a La Casa de la Música. A la auténtica, la de Centro Habana. Mi amigo Noel, el gerente, nos consigió una mesa perfecta pese a que llegamos cuando la sala ya estaba abarrotada. Allí estuvimos disfrutando primero del concierto de Manolito y su Trabuco -una de las grandes orquestas salseras- y de la consabida sesión de discoteca después. Ni siquiera el que en medio de la pista un negrito tratara de robarme la cartera deslució una noche memorable. Afortunadamente enganché y retorcí su brazo cuando ya se retiraba con mi cartera en su mano.

El sábado La Habana amaneció bajo un temporal de viento y lluvia. Y me brindó desde el hotel la oportunidad de disfrutar de uno de los mayores espectáculos que pueden verse en la ciudad: el mar enfurecido rompiendo majestuosamente en el Malecón habanero. Grandioso.

Esta fue mi última imagen de Cuba... por esta vez.

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