31 mayo 2012

Hermosilo, capital del estado de Sonora.

No podría entenderse la capital del norteño estado de Sonora sin tener en cuenta dos elementos íntimamente ligados a la misma: el desierto y la cercanía del estado de Arizona, EEUU. La cercanía del desierto de Sonora influye decisivamente en el clima de la ciudad: sequía casi permanente, un sol abrasador y temperaturas que en verano pueden alcanzar los 50 grados. Sin duda estas trazas infernales imprimen carácter en la ciudad y en sus gentes. La segunda influencia, la del vecino y muy hermanado estado gringo de Arizona, marca también el ritmo, la vida, la economía y hasta la arquitectura de Hermosillo. Si cambiamos la lengua de los rótulos de las calles y los convertimos al inglés, esta ciudad de calles anchas, construcciones bajas y voluminosas rancheras pasa por una ciudad gringa.  Además, por lo que pude conocer de la vida local a través de mi amigo Efrén Rosas, sonorense de pura cepa, los lazos con Arizona y sus ciudades más importantes -Tucson y Phoenix-, van mucho más allá. Los mexicanos realizan sus compras con frecuencia en el norte. Y los estadounidenses cruzan a veces la frontera con idénticos fines. Incluso es bastante normal encontrar matrimonios mixtos entre gringos y sonorenses, que circulan con naturalidad a un lado y a otro de la frontera.  Tan intensa es la relación entre ambos estados que comparten un mismo huso horario. Sonora se acompasa al norte, y no a Mexico.

Otro punto de encuentro entre el norte y el sur, es la costa de Hermosillo, la cercana Bahia de Kino. Son muchos los gringos que tienen su salida al mar natural en las costas del Mar de Cortés, Golfo de California para ellos-.

Por lo demás la ciudad de Hermosillo, es una ciudad tranquila. Si no fuera por las grandes avenidas que circundan el centro y por su vasa extensión observable desde el omnipresente Cerro de la Campana, uno no diría que este asentamiento humano tiene tres cuartos de millón de habitantes. Al pasear por la tranquila y sofocante Plaza de Zaragoza, centro neurálgico de la ciudad y observar el ir y venir de los devotos ante la Catedral, uno tiene la sensación de encontrarse en una de esas aldeas mexicanas perdidas de la mano de dios retratadas por Robert Rodriguez en "El Mariachi".  Pero nada más lejos de la realidad. Aquí no hay armas de fuego ocultas en fundas de guitarra ni nada que se le parezca. Esta es una ciudad tranquila, en la que las historias de narcos y de ajusticiamientos se ven a través de la televisión. Tampoco es una ciudad en la que haya un especial índice de delincuencia. Al contrario. A excepción de algún barrio conflictivo -toda ciudad lo tiene-, la ciudad es un remanso de paz. Como pude comprobar, uno puede circular por la noche por sus amplias avenidas sin riesgo ninguno. Supongo que este calor, que marca un estilo de vida relajado entre los sonorenses, también aletarga a los delincuentes.

Además de la Plaza Zaragoza y sus calles aledañas, merecen una visita tanto la Plaza del Bicentenario, de nueva construcción como el Mercado Municipal y sus calles comerciales cercanas. Eso si, ser recomienda evitar las horas más calurosas del día donde el paseo puede ser sencillamente imposible.

Mercado Municipal de Hermosillo.

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