28 mayo 2012

La gran capital: México D.F.

Una ciudad como esta o se ama o se odia. O todo al mismo tiempo. Más de 20 millones de habitantes, un aire irrespirable -literalmente- y unos niveles de delincuencia desconocidos para el europeo se combinan con una arquitectura megalítica, unas callejuelas llenas de historia, una vida cultural vibrante, una comida deliciosa y unas gentes que siempre parecen tener prisa, pero que atienden amablemente al viajero. Si su intención no es hacerle protagonista de un secuestro express o de un simple atraco a mano armada.

No es para tanto. No hay que obsesionarse con la seguridad pero no hay que dejar de lado las normas básicas que ya apliqué en mis visitas a otras "terribles" ciudades como Caracas, Bogotá o Salvador de Bahía. A saber: vestir sencillo, evitar zonas solitarias, cartera siempre controlada, llevar lo justo en la cartera por si te atracan, extremar precauciones de noche. Y si el sentido arácnido vibra... salir del lugar por piernas. No falla.

No tuve mucho tiempo para visitar  DF. Apenas un paseo rápido al atardecer por la zona del centro histórico, los alrededores de la gran plaza de el Zócalo.  En el centro del país hoy y del mundo Azteca antaño, se reunen hoy turistas, buscavidas, vendedores ambulantes, predicadores, tullidos, militantes políticos -estamos en campaña-, muchos policías fuertemente armados y una arquitectura que conviene descubrir: la catedral preside el lugar. Impresionante por fuera, decepcionante por dentro.



Tras una retirada temprana el segundo día amanecí temprano el sábado. A las 6am me disponía a salir del hotel. Tras unos pasos me di la vuelta y decidí esperar al amanecer, una hora más tarde. La calle Bolivar estaba todavía ocupada por oscuros individuos con cara de haber roto vajillas enteras -los hay por todas partes- y coches de policía haciendo sonar sus sirenas de aquí para allá. Poco acogedor.

Cuando por fin salió el sol, alargué mi radio de búsqueda. Primero de nuevo el Zócalo y las calles comerciales de alrededor que comenzaban a desperezarse. Luego salí del centro histórico y me dirigí a la zona monumental y nueva de la ciudad: la avenida Hidalgo, Plaza de la República, Insurgentes... Grandes edificios, estructuras monumentales y el recordatorio de que México es, ante todo, una gran potencia económica.

Tras tomar en un comedor popular de una callejuela un "desayuno" a base de una consistente enfrijolada, busqué la estación de metro más cercana - Revolución- y de ahi al hotel, a cargar con la mochila y rumbo a la estación de autobuses del norte. Siguiente parada: Querétaro. Estas escasa horas en DF me supieron a poco. Volveré antes del final del viaje.


Los restaurantes populares y los puestos de comida callejeros son fascinantes. (México DF)

Etiquetas:

0 Comments:

Publicar un comentario

<< Home