14 agosto 2006

La triste historia de Yiselita

Yiselita acaba de cumplir dieciocho años, pero es mucho más madura de lo que debería para su edad. Cuando uno conversa con ella, tiene la sensación de estar hablando con una mujer de quizás treinta o más años. Pero esa sensación se desvanece cuando uno se pierde en sus ojitos de lince resabiado y en su sonrisa pícara.

Pese a su corta edad, Yiselita tiene una larga y triste historia que contar. Para empezar, cuenta sin detenerse demasiado en ello, que se casó por primera y única vez a los trece años. Su marido era cubano y ella, una niña, por lo que la cosa no funcionó y punto. A este capítulo, ella, no le da más importancia. Sí se detiene mucho más en su siguiente experiencia vital, mucho más intensa. Fue a los catorce años. Ese fue el año en que el estado le decomisó su linda casa familiar y el año en que su mamá cayó presa.

Yiselita cuenta con los ojos encendidos y el gesto compungido cómo su mamá que cometió error de alquilar su linda casita a turistas sin contar con la obligatoria licencia oficial de arrendador. "Se arriesgó demasiado mi mamá, no fue inteligente." Se diría que Yiselita acepta sin mayores problemas que su mamá tuviese problemas por estar realizando una actividad clandestina.

Sin embargo, dice Yiselita, ella no está presa y no perdió la casa tan solo por alquilarla a clandestinamente a turistas. Yiselita afirma que fue víctima de una gran injusticia, y que un inspector corrupto y un vecino envidioso tramaron acabar con ella acusándola de proxenetismo, cargo por el que fue condenada a ocho años de prisión y a perder la casa y todo su contenido. La ley cubana es extremadamente dura en todo lo que tiene que ver con los turistas y especialmente con la prostitución.*

Ignoro si Yiselita tiene razón o no. No seré yo quien juzgue si su mamá cometió el delito por el que fue condenada o no. Lo que si sé, es que los ojos de Yiselita, claros y limpios, indican que ella cree de todas todas, que su mamá es inocente.

Sea como fuere, a la edad de catorce años, Yiselita quedó en el mundo sola y sin dinero. Y aunque el estado le daba derecho a ella a tener un cuartico en un apartamentito, ella rehusó aceptarlo y se fue a vivir a casa de un familiar lejano con el que ni siquiera tiene buena relación. Él la acepta sin más a cambio de algo de dinero. Porque Yiselita, desde el momento en que su mamá cayó presa, no tuvo más remedio que conseguir dinero como fuera. Dinero para ella, para la casa y para pagar abogados y sobornos. "Esa vieja loca es mi mamá. Es mi vida y la voy a sacar como sea".

Yiselita, con sus catorce años recién cumplido, se fue para La Habana. Dios la bendijo con un lindo cuerpo y quíén sabe si también con la precocidad de su matrimonio, por lo que no le fue dificil hacer de tripas corazón y convertirse en una callejera más.

Esta es la historia de Yiselita, la niña-mujer que hace cuatro años que jinetea. "Yo soy puta y a mucha honra. Pero gracias a ello vivo mejor que la mayoría. Y gracias a ello sacaré a mi mamá de prisión y me la llevaré de este país como sea". Yiselita me cuenta que se casa muy pronto con un turista español que se ha enamorado perdidamente de ella -ella sabe como utilizar sus armas- y que se la va a llevar para España. Una vez allí, ya verá. "El muchacho es bueno nené, pero no sé si me gustará vivir con él".

Seguro que lo consigues, Yiselita. Te irás de Cuba, si eso es lo que quieres, y tu mamá irá contigo. La suerte está con los fuertes. Y tú eres sin duda una luchadora.


* La obesión del régimen cubano por acabar con la prostitución ha llevado a una absurda presión policial destinada a que los turistas y los cubanos no se relacionen en modo alguno. En la práctica en las zonas calientes como La Habana o Playas del Este, un cubano pueda ser condenado a dos años de prisión simplemente por haber conversado con un turista si el patrullero de turno considera que se estaba jineteando. Se cometen muchas injusticias en este sentido, mi querido lector. Un ejemplo: En algunos lugares no puedo acompañar al propietario de la casa de alquiler al agromercado para hacer la compra ya que él puede tener problemas con la policía. ¡Aunque sea un respetable viejito!