08 enero 2007

Mala suerte.

En el transcurso de un viaje diversos elementos pueden fallar: el dinero, el transporte, la burocracía... y la salud. Este último elemento será sin duda el más perturbador, en el caso de que la enfermedad contraía por el viajero sea incapacitatante, ¡aunque esta sea de poca gravedad!

Y eso, mi querido lector, es lo que me ha ocurrido en esta ocasión. Mi viaje a Suiza se ha limitado a una excelente raclette con mi anfitrión la noche de mi llegada, un día descubriendo Zurich y una excursión a la cercana ciudad de Luzern... A partir de ahí, un intenso proceso gripal me ha obligado a permanecer dos días en cama, antes de volver, todavía convaleciente hacia mi lugar de origen.

Escribo estas líneas ya desde mi casa en España -¡tenemos acentos y Ñ!-, todavía convaleciente, triste por no habido poder aprovechado más el tiempo en la bella Suiza, pero con un puñado de buenos recuerdos en mi cabeza y mi cámara fotográfica.

Gracias, Patrick. La próxima en España.


Los emblemáticos puentes de Luzern. Y más allá, los Alpes nevados.