29 julio 2006

Se resolvió el misterio. Hoy se vuela a Nueva Gerona!

Andaba yo por la terminal internacional del aeropuerto de La Habana, tratando de matar el tiempo. Pasé frente a la oficina de Cubana de Aviación de esta terminal. Y si... Disculpe señor, sería tan amable de comprobar si hay plazas en el vuelo de hoy de las 21.25 para Nueva Gerona. Un momento... si, hay plazas... ¿Cuantas personas van a volar? Sólo una. ¿Tarjeta o efectivo? Treinta y dos pesos, señor. Aquí tiene su billete. Gracias.

¿Capta la jugada, querido lector? ¿Acaso no comprende como es posible que en la oficina de la terminal nacional no quedaran plazas para este mismo vuelo, y sin embargo en la otra terminal sí había? Muy sencillo. El operario de la primera terminal me mintió. Sí que había plazas, desde luego. Pero él me hizo creer que tenía que quedar en lista de espera. Y a partir de ese momento, estaba en sus manos. El funcionario, a las ocho de la tarde, momento en que mi angustia por saber si iba a volar o no, estaría en su momento álgido, vendría y me diría. Señor, no ha sido fácil, pero le conseguí la plaza. Dejé fuera a otro viajero para conseguirle su vuelo. Y yo, agradecido, le hubiese dado una suculenta propina, que de ninguna manera merecía. Ingenioso, ¿no?

Me quedará la duda de si efectivamente tenía derecho a la devolución del importe del vuelo de ayer. Pero tan contento ando con mi billete para hoy, que dejaré correr el tema... hasta que escriba el pertinente escrito de reclamación a la central de Cubana de Aviación.

Si no hay avería del avión, o problemas meteorológicos -ahora mismo hay una gran tormenta sobre La Habana-, vuelo a Gerona en unas horas.

El misterio del vuelo que nunca existió. (Cosas que pasan en Cuba)

Con hora y media de antelación llego de nuevo a la terminal nacional de La Habana. Esta vez no perderé el vuelo a Nueva Gerona. Sonriente me dirijo a la oficina de Cubana de Aviación con mi boleto de ayer, sobre el que la funcionaria hizo algunas anotaciones en las que me daba plaza para hoy en el vuelo de las cuatro, como "pasajero protegido", por lo que mi plaza está asegurada.

Nada más lejos de la realidad. El responsable de la oficina, y al parecer jefe de la mujer que me atendió anoche, mira extrañado mi billete. Caballero, hoy es sábado y sólo hay un vuelo de madrugada y una por la noche. El vuelo de la tarde no sale los sábados. Entonces, ¿cuál es el próximo vuelo? Hoy tenemos un vuelo a las nueve veinticinco de la noche. Ok, pues esperaré hasta la noche pues. Bueno, señor... no es tan fácil. ¿No es tan fácil? ¿Qué problema hay? Tengo preferencia No, señor, eso no es así. Usted voló con Air Europa y Cubana no tiene acuerdo con esta compañía, no tiene derecho a reserva de plaza. El vuelo de esta noche está completo. ¿Y entonces? Bueno, puede usted venir hacia las ocho de la tarde y le pondremos en lista de espera. Pero su compañera de anoche me dijo que... Ya señor, le dieron mal la información. Fin de la conversación.

En Cuba, mi querido lector, estas situaciones son habituales por lo que no hay más remedio que armarse de paciencia. Decido pues esperar hasta la noche para tratar de conseguir alguna plaza en el vuelo si se producen cancelaciones o algún pasajero llega tarde. Para tratar de facilitar las cosas, le insinúo al funcionario que obtendrá una generosa propia si me consigue plaza. Promete ayudarme. Pero claro, nada es seguro.

Si esta noche no consigo plaza en el vuelo, pasaré de nuevo la noche en La Habana y de madrugada me dirigiré a la Central de Omnibús de la ciudad, para tratar de llegar a Isla Juventud en barco. Aunque quizás mi suerte cambie y consiga volar...

Seamos positivos... al menos esta larga espera me ha permitido actualizar mi blog. Eso sí, desplazándome hasta la terminal internacional, donde sí hay conexión a internet para turistas. :)

Un paseo por La Habana bajo el tórrido sol tropical

Amanecí temprano. Uno de los misterios de Cuba es que tras beberte media botella de ron, amaneces sin resaca alguna. !No intenten hacer lo mismo en su casa!

El fuerte y aromático café que prepara Dulce María, me ayuda a recuperar fuerzas de inmediato y me anima a salir a la calle. Hasta las dos de la tarde no me desplazaré al aeropuerto, así que hay tiempo de volver a pasear por la siempre fascinante Habana.

Bajo un sol que a las 9 de la mañana ya resulta abrasador, vuelvo al Malecón, donde pasé la noche anterior. El espacio presenta un aspecto radicalmente distinto, casi desierto. Tan solo algunos pescadores ocupan aquí y allá el popular paseo marítimo de La Habana. Mis pasos se dirigen esta vez hacia el oeste, hasta llegar al curioso conjunto que forman la Sección de Intereses Estadounidenses y la plaza Tribuna Antimperialista. El lugar refleja perfectamente la complejidad de la relación Cuba-Estados Unidos. Un edificio de aspecto hermético, rodeado por una valla de seguridad y cámaras de vigilancia, acoge la misión diplomática estadounidense de La Habana. Dentro hay funcionarios trabajando, pero desde el exterior no se adivina actividad alguna. Fuera de la verja de seguridad, una legión de Policía Nacional Revolucionaria rodeja completamente el perímetro del edificio. Junto a ellos un sinfín de vallas con mensajes políticos dirigidos hacia la misión estadounidense en los que se leen mensajes como "imperialistas no os tenemos miedo", "patria o muerte venceremos", "bush terrorista", etc, etc. Y un poco más allá, un grandioso escenario dirigido hacia la propia misión, en el que periódicamente se organizan actos multitudinarios en contra de EEUU.

Tras realizar algunas fotografías del lugar -que publicaré en el blog en cuanto tenga ocasión- bajo la atenta mirada de los policías, que acaban por indicarme que debo abandonar el lugar, me dirijo de nuevo al este. En varias ocasiones interrumpo mi paseo por el semidesierto Malecón para tomar un refresco. El calor es axfisiante.

Mis pasos me llevan hacia el Paseo del Prado, lugar que en esta mañana de sábado se presenta muy animado. En la calle se vende artesanía, bocaditos, refrescos, dulces e incluso cerveza dispensada. El ambiente es muy familiar. Más allá el Capitolio y el Parque Central. Frente al Teatro de la Habana, edificio emblemático donde los haya, se celebra !una competición de karts! Y más allá una exhibición de acrobacias en bicicleta, y una actuación de unos payasos. Según me cuentan hoy se organizan de manera excepcional actividades para los niños.

Más allá el Barrio Chino, por el que doy un paseo. El calor aprieta. La zona está actualmente en restauración, y la verdad es que lo necesitaba. Más allá del pórtico de entrada, en el parque, y de la callecita donde se apiñan todos los restaurantes chinos de la zona, el resto del Barrio Chino presenta un aspecto de ruina.

Son casi las dos. En taxi me dirijo hasta la casa de Dulce María, para despedirme de ella y dirigirme al aeropuerto de La Habana. Mi vuelo a Nueva Gerona, parte en poco más de dos horas y no quiero llegar tarde esta vez.

Una noche tranquila en el Vedado

Con un poco de habilidad negociadora y experiencia previa con los cubanos, uno puede resolver cualquier situación sin problemas en Cuba. Tras localizar un taxista que me inspira confianza y hacerle saber con mi charla que conozco el sistema de precios y comisiones de la zona, se ofrece a llevarme hasta la zona de El Vedado y llevarme a una casa de alquiler de confianza con licencia oficial, por 15 CUC -pesos convertibles que valen aprox 0,9 euros-, sin más comisiones ocultas.

La jugada acaba resultando bien. La señora Dulce María, es la propietaria de una coqueta casita colonial, algo destartalada, que se encuentra en la calle E de Vedado, a unas cinco o seis cuadras -manzanas- del centro neurálgico de la zona, el Hotel Habana Libre. Dulce, es una viejita encantadora y simpática que me ofrece uno de sus dos cuartos en alquiler, por el razonable precio de 20 CUC por pasar la noche. La habitación no tiene aire acondicionado, pero si dos ventiladores y baño propio. Ahí me quedo a esperar mi vuelo de mañana.

Tras un baño, me decido a salir a la calle. A dos cuadras de la casa me cruzo con la 23, que más adelante se convierte en La Rampa y que desemboca en El Malecón, pasando antes por lugares interesantes como la heladería Coppelia, el hotel Habana Libre o el jazz club La Zorra y el Cuervo. Al pasar frente al club de jazz me siento tentado ante la perspectiva de disfrutar del mejor latin jazz de toda Cuba, pero finalmente dirijo mis pasos hacia el Malecón, que presumo animado por ser noche de viernes. Así resulta ser. Desde La Rampa en dirección al este, el paseo marítimo de La Habana está especialmente animado. Hordas de gays y travestis se juntan para beber, bailar y relacionarse en la zona gay más animada de todo el Caribe. Tras un rápido paseo por la zona y cruzarme con varias propuestas deshonestas que no me resultan nada atractivas, me desplazo hacia el oeste, en dirección a la Oficina de Intereses Cubanos de EEUU. Esta zona, mucho más tranquila, está ocupada por parejas acarameladas y por grupos de chicos jóvenes que beben ron y cerveza. Al final me siento en un espacio libre y me abstraigo con el sonido de las olas rompiendo contra las rocas del Malecón. La brisa del noreste hace el lugar agradable.

La noche termina en compañía de Juan Carlos, un cubano técnico de la televisión estatal, que andaba en solitario echando tragos de un pomo de medio litro de ron La Palma. Me ofrece un trago, que a medida que avanza la charla se va convirtiendo en muchos. Acabo comprando otra botella, esta vez de Habana Club Añejo Blanco, que no conseguimos acabar. Y eso que se unió a nosotros otro cubano, cuyo nombre no consigo recordar. El tipo andaba por el malecón "luchando", es decir, tratando de ganarse la vida, en este caso vendiendo botellas de ron y refrescos. El tipo me cuenta que acaba de grabar su primer disco y que está tratando de que la televisión cubana le haga un video y lo promocione. De momento, seguirá vendiendo refrescos.