Desde Nueva Gerona, Cuba
Se hace extraño, lo reconozco, pasar un 25 de diciembre viajando. Ha sido la primera vez que no compartía un día como este con mi familia. Me perdí la tradicional comida navideña, el arròs amb pilotes de mi madre, el ritual de los regalos, la visita de Papá Noel. Ni siquiera el ridículo gorrito navideño que para mi preocupación llevaba el comandante de pequeño Airbus de Air Comet que me trajo a Cuba, tras una injustificable escala en las Azores -qué cara más dura la del comandante-, ayudó a que el día fuera menos extraño.
Afortunadamente, mi amigo Regino hizo que todo cambiara. Llegué a Guanabo, en Playas del Este, en taxi desde La Habana hacia las diez de la noche. En casa de Regi y de su esposa Isis, me esperaba un excelente puerco asado, unos filetes de marlin -pez espada-, ríos de ron y un selecto puñado de buenos amigos. Coño, estaba en casa. En mi otra casa al menos. Brindamos por Bartolo, va por ti mi socio donde quiera que estés. Se le echó de menos en la reunión, que tuvo lugar a pocos metros de su casa. Bartolo falleció hace apenas una semana. Su viuda, Mercedes, se marchó a Canadá con su hijo para pasar la Navidad. Pero volverá, ella quiere seguir al frente del negocio de cuentapropista que mantenía junto con su marido. Dale duro, Mecedes.
Tras una noche sin duda entrañable en casa de Regino, una mañana de dura resaca que se disipó en cuanto llegué a la cercana Marina Tarará, para sumarme como uno más a la fiesta de fin de año con los trabajadores. Tanta y tanta gente a los que conocí en mis muchos días de buceo y playa en la Marina estaban allí. Eché en falta a algunos, cierto es.
De ahí, al aeropuerto de La Habana para volar hasta Isla de la Juventud. Son apenas 25 minutos de vuelo sobre el golfo de Batabanó hasta llegar a Nueva Gerona, donde me reencontré con mi querida Odalis, su marido Enrique y familia. Aquí sigo.
Afortunadamente, mi amigo Regino hizo que todo cambiara. Llegué a Guanabo, en Playas del Este, en taxi desde La Habana hacia las diez de la noche. En casa de Regi y de su esposa Isis, me esperaba un excelente puerco asado, unos filetes de marlin -pez espada-, ríos de ron y un selecto puñado de buenos amigos. Coño, estaba en casa. En mi otra casa al menos. Brindamos por Bartolo, va por ti mi socio donde quiera que estés. Se le echó de menos en la reunión, que tuvo lugar a pocos metros de su casa. Bartolo falleció hace apenas una semana. Su viuda, Mercedes, se marchó a Canadá con su hijo para pasar la Navidad. Pero volverá, ella quiere seguir al frente del negocio de cuentapropista que mantenía junto con su marido. Dale duro, Mecedes.
Tras una noche sin duda entrañable en casa de Regino, una mañana de dura resaca que se disipó en cuanto llegué a la cercana Marina Tarará, para sumarme como uno más a la fiesta de fin de año con los trabajadores. Tanta y tanta gente a los que conocí en mis muchos días de buceo y playa en la Marina estaban allí. Eché en falta a algunos, cierto es.
De ahí, al aeropuerto de La Habana para volar hasta Isla de la Juventud. Son apenas 25 minutos de vuelo sobre el golfo de Batabanó hasta llegar a Nueva Gerona, donde me reencontré con mi querida Odalis, su marido Enrique y familia. Aquí sigo.
No es que Regino tuviera mala cara... es que el fotógrafo la tenía peor! ;)
Etiquetas: Cuba