30 diciembre 2007

Reencuentros en Cartago Valle. Territorio comanche.

Esta mañana amanecí temprano. A las seis y media de la mañana estaba ya en la Terminal, la central de autobuses de Cali, después de despedirme de Anita y de agradecerle su hospitalidad, que hace honor a su carácter colombiano. Tras realizar unas rápidas gestiones en la atestada terminal, repleta a esa hora de viajeros que parten hacia los más recónditos rincones del país a pasar el fin de año con sus familias, compro una boleta para la buseta de las 7.00 am de la compañía Panorama, una de las que ofrecen un mayor confort y rapidez en el servicio.

En poco más de dos horas de viaje hacia el norte por las tranquilas y amplias carreteras del eje cafetero, en las que el experimentado chófer realiza adelantamientos auténticamente endiablados, llegamos a Cartago Valle. Son las nueve y media de la mañana.

Cartago fue la primer ciudad de Colombia que conocí en mi anterior viaje, tras el paso rápido por los aeropuertos de Bogotá primero y Pereira después. Esta ciudad, de la cual no se dice una sola palabra en las guías turísticas de Colombia, -¡ni siquiera en las Lonely Planet!-, dada su falta de atractivos turísticos y su actual conflictividad por las luchas entre clanes de la coca -últimamente salen a muerto por día, ¡y la cosa está tranquila!-, es la ciudad natal de Mauri, el amigo colombiano que me invitó a descubrir su país en 2005. Nunca dejaré de agradecerle aquella invitación.

Aquí, en Cartago -una ciudad grande y fea como dicen los propios colombianos-, será donde pasaré el fin de año, integrado como uno más en la familia de Mauri. La noche de fin de año, en Colombia, a diferencia de en España, se vive en familia. Aquí las familias al completo se reunen para comer, beber y bailar durante toda la noche. Y no tienen reparos en adoptar a un viajero como yo como uno más de la familia.

De hecho ya conocía a toda esta gente maravillosa con la que hace unas horas me reencontré, en el popular barrio de San Jerónimo, justo donde el puente amarillo. Mi querida Sandra -hermana de Mauri- y su reencontrado chico El Flaco, los siempre embullados hermanos de Meuri, la mamá, las tías, Kevin y los otros niños, El Negro -tipo que nunca supe si es familia de alguien o simplemente pasó un día por allí y lo acogieron-, el Sargento -casado con otra hermana de Mauri-... Esa es la gente con la que pasaré la noche de fin de año y también el primero de año, ya que la fiesta continuará en el campo durante toda la jornada siguiente....

Señor, ¡dame fuerzas para soportar el impacto del Aguardiente Antioqueño! :)

Si quieres leer más sobre Cartago, ve a la crónica de mi viaje de 2006, pulsando aquí



Unas cervezas Poker a mediodía con ms amigos Mono, el Flaco y el Sargento en un bar del barrio de San Jerónimo de Cartago. (foto: Mauricio Martínez)

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