12 agosto 2006

¡Feliz cumpleaños, comandante!

Mañana domingo el líder de la Revolución Cubana celebra su ochenta cumpleaños. Por primera vez desde que los guerrilleros dirigidos por el Ernesto “Ché” Guevara, Camilo Cienfuegos y el propio Fidel Castro conquistaran por las armas el poder en Cuba en 1959, el comandante no estará al frente del gobierno de su país. Fidel Castro sigue recuperándose de su complicada operación intestinal, que le llevó a tomar una decisión sin precedentes: dejar el poder en manos de su hermano Raúl Castro.

Tras dos o tres días de gran incertidumbre en Cuba, la situación parece estabilizada. Pese a que sigue respirándose cierta tensión en el ambiente, y que la movilización de ejército, policía y CDR es total, la población parece haber asumido sin mayores complicaciones la proclama del viejo comandante, y confía mayoritariamente en la pronta recuperación de Fidel.

Hoy, víspera del cumpleaños del dirigente cubano, el periódico Granma –órgano de comunicación oficial del Partido Comunista de Cuba-, habla en su portada de la recuperación de Castro. Según afirma este periódico, el octogenario guerrillero ya se levanta de la cama para dar paseos por la habitación y mantiene animadas conversaciones con sus más cercanos colaboradores. Esta noticia ha tenido eco en los principales periódicos europeos y norteamericanos.

Castro celebrará el día de su cumpleaños recuperándose de su enfermedad, pero lo hará en compañía de sus más cercanos amigos, entre los que se encuentra el presidente venezolano Hugo Chávez quien ha anunciado su viaje a Cuba en las príoximas horas para visitar al comandante.

Este observador, conocedor de la manipulación que la prensa puede llegar a padecer en un conflicto en función de los intereses que defienda, lee con escepticismo el Granma, el Miami Herald y El Nuevo Herald, así como los principales periódicos españoles. De momento, parece que todos coinciden en el fondo, aunque no en las formas. El viejo guerrillero, mal que le pese a algunos y para alegría de otros, todavía tiene algunas batallas que librar.


Edificio de apartamentos en el barrio "micro 70" de Nueva Gerona. Isla de la Juventud.

El viajero que no quiso viajar más allá de La Virgencita

Soy sin duda viajero inquieto, que aquellos que no suelen permanecer mucho tiempo en una misma ciudad. Mi afán por descubrir nuevas calles que andar y nuevos paisajes que retener en mi memoria, me espolea siempre a permanecer en continuo movimiento. Sin embargo, una vez más, el inaudible canto de sirenas que tan sólo yo puedo escuchar, me atrapó de nuevo en la cubana Isla de la Juventud.

Lo reconozco: durante las últimas dos semanas he ido aferrándome a diferentes excusas para permanecer más y más tiempo en este rincón caribeño. Primero me aferré a la falta de dinero en efectivo para comprar los pasajes; luego fue la imposibilidad de encontrar vuelos a Santiago de Cuba; después fue la pereza de levantarme de madrugada tras las interminables noches de Nueva Gerona, para comprar un pasaje en el ferry o el cometa y llegar hasta el Surgidero de Batabanó, paso previo para llegar a La Habana.

Mi querido lector, se acabaron las excusas. Seamos consecuentes: no quiero abandonar la Isla de la Juventud hasta el momento en que dar este paso sea inevitable para no perder mi vuelo Habana – Madrid. Sólo en ese momento, y obligado por la necesidad de regresar a España para atender mi vida de allá, dejaré este fascinante lugar.

Quiero seguir haciendo mandaditos por las calles de Nueva Gerona, a pié o al ritmo sosegado que marca un bicitaxi “vaya despacio, socio, no hay apuro”; quiero deternerme en el Rumbos para tomarme un cachito bien frío bajo el sol abrasador; quiero seguir formando parte de las noches de la ciudad y sentirme uno más de los noctámbulos de la calle 39 “¿compramos otro Añejo Blanco, Juan José? ¿Viste que linda se ve hoy Laurita?”; quiero sacarme del bolsillo unos fulas, comprar una caja de cervezas e invitar a todo el mundo a mi fiesta de madrugada en la casa de Chuchi, o apuntarme a la fiesta de casa de ese extraño tipo medio sueco medio cubano apodado Larra, que ese la organiza noche sí y noche también; quiero seguir tomándome la última Bucanero Fuerte en el Oro Negro y buscando un carrito particular clandestino o un coche de caballos que me lleve a bañarme de madrugada en Playa Bibijagua bajo la luna llena; y después quiero seguir desayunando pan con jamonada especial en el Cupé, despertando al socio que duerme y mantiene el local cerrado tras el cartel de “abierto 24 horas”; y quiero seguir levantándome todo lo temprano que la noche me permita, para desayunar pan con huevo y un juguito de guayaba en casa de Odalis y Enrique; quiero ir para la calle a buscar hielo, o una piña o coditos o un libro o un pan de a 4 pesos. “Todo aparece, mi socio”. Y quiero ir a la calle y pasar pena para buscar transporte para quemar el día haciendo una caldosa con huesos de jamón en la Playa Los Gallegos, o bañándome en El Caolín, o sentarme en la acera simplemente a ver pasar el tiempo despacio, muy despacio.

Está decidido. Por el momento, descarto mis viajes a Santiago de Cuba, Pinar del Río, Ciego de Ávila y Playa María La Gorda, que andaban en mi mente. Al menos en este viaje no siento ningunos deseos de viajar mucho más allá de La Virgencita, una encantadora y solitaria poza fluvial que se esconde entre la arboleda, muy cerca del Aeropuerto de Nueva Gerona. Ayer pasé la tarde allá entre cervezas y partidas de dominó.