13 enero 2010

Tragedia en Haiti.

Asisto con tristeza a las noticias que llegan desde anoche sobre el terremoto que ha asolado Haití. Para este país caribeño, situado en isla de La Española, que comparte con República Dominicana y limita al este con el oriente cubano, llueve sobre mojado. Haití es el país más pobre de Latinoamérica y más pobre que muchos estados africanos. Más que pobre, paupérrimo y además azotado además por la lacra de la violencia. Ahora a la tragedia de este país, que siempre ha mirado con envidia a sus vecinos de Dominicana, se suma la fuerza devastadora de la naturaleza. Dios se ceba con los humildes. No es justo.

Acabo de conversar por teléfono con mis amigos de Santiago de Cuba, a apenas 400 kilómetros de Port-au-Prince, epicentro del terremoto. Están bien. Me cuentan que el temblor se sintió en todo oriente y que provocó el pánico. Pero no ha habido daños materiales destacables y tampoco humanos. Afortunadamente. Pero el miedo a réplicas o a un posible tsunami permanece.

Hace menos de dos semanas yo estaba allí.

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