08 abril 2007

El mercado de São Joaquim

Para un viajero aficionado a la gastronomía, y más si tiene la doble faceta de cocinero y comensal, es casi obligatoria la visita en cada destino a un mercado tradicional. A través de los productos que en el mercado se venden y de la forma de comercializarlos, uno puede acercarse más a la cultura que visita.

De nuevo mi guía Lonely Planet es de gran utilidad, ya que me descubre la existencia de un mercado importante en Salvador de Bahía. Se trata del mercado de São Joaquim, que se encuentra a unos dos kilómetros desde Cidade Baixa y el Mercado Modelo, en dirección a la iglesia de Bonfim.

Tras una escapada en autobús publico que tomamos frente al Mercado Modelo y que nos lleva hasta la iglesia de Bonfim, cerrada a mediodía, hacemos una parada a la vuelta en el animado mercado.

Desde la carretera se adivina la intensa actividad del lugar, aunque sólo es visible una muy pequeña parte de la instalación comercial. A la entrada, un gran cartel situa al viajero en la Feria de São Joaquim, al tiempo que se pasa ante los primeros vendedores de frutas frescas, quesos y otros productos. Existe una entrada lateral que lleva hacia la zona de vendedores de pescado y marisco, que descarto visitar tras un rápido vistazo: dado lo avanzado de la hora, la actividad en la zona es mínima. El pescado no aguanta tan altas temperaturas!
Atravesando la calle principal del mercado, decorada con gallardetes y de la cual parten innumerables callejuelas laterales más o menos oscuras, las primeras sensaciones. El intenso aroma de las especias y hierbas aromáticas como el cilantro o el sándalo, se mezcla con el olor de pollos, palomas, pavos y otras aves vivas, que se ofrecen al visitante. De uno de los callejones laterales llega un intenso olor desprendido por la carne y vísceras que se ofrecen al visitante, como es habitual en estos lugares, sin ningún tipo de refrigeración. Más allá una zona dedicada a las herramientas, cacharros de cocina y otros utensilios. Y en calles laterales una amplia zona donde se venden harina de mandioca, feijoles y otras legumbres. Y aquí y allá, un sinfín de pequeños puestos donde se ofrecen montanas de camarão seco -gamba seca-, ingrediente imprescindible para el acarajé, plato local por excelencia junto con las moquecas y los ensopados. Y picantes... torres de chiles, pimientos y demás frutos endiablados, alguno de los cuales volarán conmigo en mi equipaje.

Pasear por las callejuelas del mercado de São Joaquim, por sus callejuelas más o menos estrechas y más o menos oscuras, es una experiencia que recuerda en muchos momentos a la visita a un zoco árabe. Sólo la presencia de unos insistentes carteristas que se empeñan en ganarnos la espalda pese a que somos conscientes de su presencia y cierta sensación de inseguridad en alguna de las callejuelas exteriores más solitarias, consigue hacerme salir del trance que me provocan estos lugares llenos de magia.

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