31 julio 2006

La noche de Nueva Gerona. Sabor cubano.

Lo reconozco, mi querido lector, otro de los atractivos que para mí tiene la Isla de la Juventud, es la autenticidad de su noche. Aquí no hay grandes discotecas como el Turquino havanero, aquí no se toman mojitos de 5 dólares servidos por un elegante camarero con pajarita, aquí no hay cabarets estilo Tropicana. Aquí no hay docenas de policías que se lanzan sobre cualquier cubano o cubana que converse con un extranjero. Aquí nos hay prostitutas de lujo esperando que gastes con ellas unos cientos de dólares.... Aquí, los turistas somos pocos, muy pocos, y por ello las opciones de ocio nocturno se orientan al cubano y no al extranjero. ¡Y eso es lo que le da un sabor especial a la noche pinera!

La fiesta nocturna se concentra en la capital administrativa, en Nueva Gerona y concretamente en la calle 39. Cada noche, con más o menos fuerzas, uno se va para la 39 hasta encontrar el punto donde unos cuantos cientos de personas se juntan para tomar y bailar. Mucha de la gente se limita a montar su fiesta en la misma calle, donde los fines de semana se instala un equipo donde se pincha música grabada. Otros, los que tienen algo de plata para gastar, entran a la discoteca de la cafetería Rumbos -1 CUC la entrada- o un poco más allá a la sofocante discoteca El Patio -10 pesos cubanos entrada, aunque el portero intenta estafar sistemáticamente al turista-. Que no se equivoque el lector: estas no son discotecas al estino habanero o europeo. Aquí no hay lujos. Sólo calor, oscuridad, sudor, unas pocas luces de colores y un disc jockey que pincha reggaeton, salsa cubana y pop internacional mientras anima por el micro a los cubanos y cubanas a bailar. Y vaya si bailan. Verlas bailar a ellas y a ellos es un espectáculo digno de ser difrutado pausadamente. Los tragos los compra normalmente uno en la calle. Se compra una botella de ron, se trata de conseguir unos vasos, quizás un poco de hielo -casi nunca hay- y a tomar. Y a conversar. Porque en una ciudad tan pequeña donde todos se conocen, y donde los turistas son tan escasos, es muy fácil hacer amigos.

A las dos de la madrugada El Patio y el Rumbos cierran y el gentío se mueve. Unos se retiran a dormir,otros van a la gasolinera Oro Negro o al Servi-Cupet, donde siguen tomando unos litros de gasolina alcohólica, otros se desplazan hacia arriba por la calle 39 hasta llegar al cabaret del Hotel La Cubana, una oscura habitación con una barra y un disc jockey donde las temperaturas pueden subir hasta el sofoco. Pero si uno ha tomado la dosis adecuada de ron, ni siquiera nota el calor. Y si es lunes, puede que esté abierta la discoteca Reina Amalia, a dos kilómetros de la ciudad.

Se sigue de fiesta hasta la madrugada. Poco a poco, la parroquia va desapareciendo. Unos se van para la casa con su pareja quizás recién encontrada. Otros sencillamente no pueden seguir bebiendo. Otros, los que todavía quieren seguir la fiesta, tratan de conseguir un coche de caballos para desplazarse hasta alguna de las playas mas cercanas y amanecer allí.

Entre pasar una noche en una lujosa discoteca en La Habana, o ver amanecer tomando ron de a 32 pesos cubanos -puro veneno- junto a la 39 en el Parque Central de Nueva Gerona, yo no tengo ninguna duda. Que me busquen de tomadera acá en la isla.

Isla de la Juventud. Antaño refugio de piratas. Hoy refugio de turistas intrépidos.

La Isla de la Juventud es para mí, el más fascinante rincón de Cuba. Esta isla de poco más de dos mil kilómetros cuadrados, se encuentra a unas 60 millas náuticas de la isla principal, en pleno mar Caribe. Antiguo refugio de piratas, corsarios y bucaneros, y lugar donde en los años de la dictadura de Batista fue encarcelado Fidel Castro tras su fallido asalto al cuartel de Moncada de Santaigo de Cuba, la isla es el lugar menos poblado de todo el país. Apenas ochenta mil habitantes viven aquí, más de la mitad de los cuales se concentran en Nueva Gerona, la capital administrativa de este municipio especial.

Este lugar fascinante, se encuentra fuera de todo circuito turístico. Con la excepción de los turistas que vienen a Cuba buscando sus fondos marinos para la práctica del buceo, y que se hospedan en el aislado Hotel Colony, al sur de la isla, el resto de turistas no visitan este lugar y ni siquiera tienen noticias de su existencia. Precisamente esa falta de turistas, es uno de los encantos de este lugar. Aquí el turista se integra sin dificultad en el paisaje, y los jineteros y buscavidas, brillan por su ausencia. Además, los pineros son gente de una hospitalidad que al viajero le resultará apasionante. El encanto pues de Isla Juventud, no está en sus ciudades, ni en sus monumentos, ni siquiera en su historia repleta de misterio y aventuras, sino en la posibilidad única que aquí se tiene de conocer la verdadera Cuba. Aquí la gente es como es y vive como vive, y no ha cambiado su life style para conseguir divisas de los turistas. Nada que ver con la agobiante Habana.

El otro gran atractivo de la isla, es su belleza natural, mi querido lector. Si se es amante del buceo o el snorkel, la costa sur de Isla Juventud y especialmente la Punta del Francés, ofrecen inmersiones memorables. Esta zona, totalmente protegida y aislada geográficamente del resto de la isla, es sin duda uno de los pocos rincones totalmente vírgenes del Caribe. Los amantes de la historia cubana, deberían visitar las ruinas del Presidio Modelo y el jergón donde un joven Fidel Castro cumplió condena al levatarse contra el dictador Batista. Para aventureros incansables, la isla ofrece más posibilidades, como explorar el casi inaccesible pueblo perdido de Cocodrilo -antiguo Jacksonville-, fundado por inmigrantes de Cayman Islands en el siglo XIX. Sutil y más accesible para el viajero es la belleza de sus playas de la costa norte, que sin ser tan espectaculares y paradisíacas como las playas de Varadero o Playas del este, sí ofrecen sin embargo un sabor cubano y una autentícidad incomparables. Ayer mismo, mi querido lector, tras una noche en que corrieron rios de ron en compañía de mi buen amigo Enrique, el esposo de Odalis Peña -me alojo, como siempre en su casa de la calle 10- y del suizo Patrick, responsable de la web Cuba Individual, nos dirigimos a la Playa Paraiso para difrutar hasta la caida del sol de sus cálidas aguas. Nada como la playa para recuperar el equilibrio tras una noche de tomadera.