04 abril 2007

Descubriendo Salvador de Bahia

Cuando visito una ciudad nueva, y especialmente si se encuentra en un país nuevo, como es el caso, me gusta hacerme una idea general de la ciudad en su globalidad y no solamente centrarme en visitar aquello que no debes perderte. Según mi teoría, para conocer una ciudad hay que 1. disponer de una mínima información previa -en mi caso una guia Lonely Planet- y 2. estar dispuesto a caminar en silencio, empapándote de todo los estímulos visuales, sonoros y olfativos que te rodean.

Y sobre todo, es imprescindible testar distintos ambientes. En Salvador de Bahía, hay que acercarse, claro esta, al Pelourinho, el espectacular centro histórico de la ciudad y pasear por sus empedradas callejuelas dejándose embaucar por los mil buscavidas que andan a la caza del turista. Y hay que deleitarse con las espectaculares vistas de la Bahía de Todos os Santos antes de vivir la experiencia de bajar por el curiosísimo elevador de Lacerda, símbolo de la ciudad, hasta la Cidade Baxa y visitar las antiguas aduanas reconvertidas en un macro-mercado de artesanía para turistas, el Mercado Modelo.

Pero para conocer la ciudad, también hay que caminar siguiendo la costa en paralelo hacia la salida de la bahía, por la animadísima avenida Sete de Otobre, que une el Pelourinho con el Farol da Barra, entre las playas Praia Porto da Barra y Praia Farol da Barra, y que en su tramo mas cercano al centro histórico es la zona comercial de la ciudad, plagada de bulliciosas tiendas y vendedores ambulantes que se afanan por llamar la atención de la clientela, casi exclusivamente nacional, hacia sus promoçaos os sus increíbles y rebajadísimos preços.

Y hay que perderse por un barrio cualquiera, en mi caso en la zona de barra, paseando por sus calles, vacías de turistas que siguen su ritmo diario, ignorantes del escrutinio al que, con disimulo, el viajero les esta sometiendo. Caminando sin rumbo fijo, pero haciéndolo con seguridad, y con oculta precaución, por aquello de la seguridad.

En Salvador, como en toda ciudad tropical costera, hay que dejarse llevar por el ambiente de las playas. Frente a mi hotel, la Praia Porto do Barra. Un animadísimo punto de encuentro de turistas, bahianos y buscavidas de toda índole que, con un poco de buen humor, paciencia y unos cuantos reiales para gastar, me permiten practicar mi portunyol mientras regateo el preço de un collar de semillas de dende que acabare comprando y solo me pondré durante este corto viaje.

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